Recuerdo que cuando tenía 5 años, una noche mi hermano me propuso que orásemos pidiéndole a Dios una bicicleta. La situación económica en mi familia nunca ha sido boyante, especialmente en mis primeros 15 años de vida, dado a que nuestros padres eran misioneros. Recuerdo perfectamente la mañana siguiente, un sábado soleado, probablemente a principios de verano del 1989, mi padre nos despertó para llevarnos de paseo.
Fuimos andando los tres hasta el centro del pueblo cuando de repente mi padre se paró frente a una tienda de bicicletas. Volvimos a casa sobre ruedas tanto mi hermano como yo. Yo con más ayuda, llevaba las típicas ruedecitas de apoyo. Mi preciosa Bicicleta rosa, lucía unas llamativas estrellitas azules esparcidas por toda su montura. Recuerdo mi empeño en aprender y el de mi hermano en enseñarme a andar sin las ruedecitas de apoyo. Todos los días tal como amanecía, agarrábamos nuestras bicicletas y nos lanzábamos a la calle cuales locos decididos a que ese era el día en que yo aprendería a andar en mi bicicleta con solo dos ruedas. Día tras día esa era nuestra máxima preocupación. Recuerdo que en pocas semanas ya aprendí a andar sin caerme con solo una ruedecita de apoyo. No había rendición, ese era nuestro cometido. Puedo recordar perfectamente el momento en que por fin conseguí mantener el equilibrio sin ningún apoyo ni la mano de mi hermano o mi padre agarrando el sillín. Si me esmero, siento hasta la brisa agitando mi pelo, batiendo en mi rostro de chiquilla feliz, mientras escucho atrás a mi hermano gritando como un loco : «¡Bien Kesia, bien!»
Los árboles a mi derecha parecían una masa verde que se confundía con los bancos del paseo. A mi izquierda las casas quedaban atrás una tras otra y desde ellas las miradas expectantes de algunos de mis vecinos y amigos rindiéndose a mi maestría y mi velocidad. Ya sabía andar en bicicleta, merecía todo un respeto. A partir de ahí, así pasaron los días de ese verano alternando las escapadas en bicicleta por el pueblo, y las clases particulares de buceo que me impartía mi hermano en la piscina de plástico de 60cm de altura que teníamos en la terraza.
Constancia: Firmeza y perseverancia en las resoluciones, en los propósitos o en las acciones.
Este es mi inspirativo para hoy, sé constante y sentirás la brisa del Espíritu Santo batiendo en tu alma. Sé perseverante y encontraras el mayor tesoro que esta vida te pueda ofrecer, el regalo de amar a Dios y disfrutar de su presencia. Sé firme y oirás la voz de Jesús gritando entre risas «¡Bien, muy bien!» Se constante amigo, y veras los rostros asombrados de la gente que te quiere mientras avanzas a máxima velocidad en la bicicleta de la fe.
«Así que, amados hermanos míos, manténganse firmes y constantes, y siempre creciendo en la obra del Señor, seguros de que el trabajo de ustedes en el Señor no carece de sentido. -1 Corintios 15:58»
Señor, ayúdame a ser constante, gracias por dejarme amarte hoy y seguirte hoy. Te amo.
→Lectura de hoy: 1 Corintios 15:58
*Recomendación: Videoclip y canción Made of Stone de Matt Corby.
El Joven artista australiano fue semifinalista de Australian Idols con solo 16 años. Después de 4 años destaca por su calidad interpretativa y sus letras con profundo contenido. Reconocido como cristiano. Su voz y sus canciones son una gran inspiración para mí.
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